La tierra y la memoria

Baltasar Porcel






Ha pasado la Semana Santa, la más bonita del año, este intermedio laboral en los instantes en que la naturaleza se levanta del invierno, el sol en la mar perdida y en la hierba, tanto terciopelo, que cubre densa la tierra. Huele la luz, huele la savia. Y el poder de la materia se siente, vasto, en la soledad de los montes, el arbolado reluciente y cuajado de lluvias invernales. Y si ahora llueve, mejor: su alegría cuando se precipita a repiquetear en los tejados, cuando satura los aires del valle. ¿No es cierto que podríamos ser felices? Y mientras los almendros han perdido ya la flor en beneficio de la hoja, otros frutales aparecen aquí y allá revestidos de un albo brillante, de un violeta insólito, parecen atrevidas señoritas de un ensueño juguetón. Mientras, huye una perdiz aleteando frenética y los perros de siempre ladran como siempre, humildemente tontos.

He estado leyendo el libro que ya dije, las “Cartes 1946-1962” (Destino) de Josep Pla con el editor Josep M. Cruzet. Son dos historias personales, obsesivas, sin dinero, libertad ni publicidad, pero plagadas de honda literatura. Pla habla de los libros que va escribiendo, Cruzet de los que va editando, hay 3.000 pesetas de derechos de autor, de las que deben descontarse 16 pesetas de un par de libros que Pla le ha pedido a Cruzet y que le envían por recadero, mientras creen que Vicens Vives ejerce un optimista liderazgo, la censura les cerca por doquier y leen “Destino”... Pobres diablos entrañables y heroicos: Pla levantaba su gigantesco edificio de palabras y Cruzet la Biblioteca Selecta, una gran editorial, a partir de la nada. Y con la dictadura en contra, que el grueso de Catalunya aceptaba de grado o por fuerza. El año 61 vi una vez a Cruzet, era pequeño, reseco, tenso, se interesó por el joven autor que yo era. Y al poco, por un problema amoroso, se suicidó echándose por una ventana.

Otro libro memorialístico que he leído estos días es el de alguien que, precisamente, habla mucho de Pla: Juan Pedro Quiñonero, “Retrato del artista en el destierro” (Edicions Cort). Quiñonero es uno de los mejores escritores actuales en castellano, posee el secreto de la épica contenida en el idioma, escapa a vómitos nacionalistas e ideológicos, vive en París desde hace un siglo, ejerce de periodista y somos antiguos camaradas de iluminaciones ácratas junto al Sena y al Mississippi, y ama la familia como patria, el tesón personal, las permanencias culturales por encima de las chirigotas estructurales. Léase su bello libro.

Baltasar Porcel



La Vanguardia, 12 d'abril 2004

  


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